Y es que Berlín está rodeada de varios lagos y es el hogar del Spree, su río principal. La ciudad está construida sobre una ciénaga hecho que justifica que a tan solo unos pocos metros bajo la superficie de la ciudad corren aguas subterráneas por lo que es imposible excavar ningún túnel sin el riesgo de inundación. Cada vez que se construye un nuevo edificio en el centro, los cimientos se inclinan hacia el agua y el sitio en construcción tiende a inundarse con las aguas subterráneas. Así es como esta agua tiene que ser constantemente bombeada utilizando un sistema externo.
Es por este motivo que es fácil observar coloridas tuberías de cuarenta centímetros de diámetro recorriendo las calles de la ciudad, escalando semáforos y árboles, bordeando plazas y cruzando terrenos baldíos hasta llegar a alguna zona acuífera, como los ríos Spree, Havel, Panke, Dahme o Wuhle. Si se sigue el recorrido de estos caños, en un extremo siempre se llegará a un sito en construcción mientras que en el otro se llegará a un canal, un río, o simplemente estas desaparecerán en la misma canalización.
Muchos turistas asocian estas cañerías de colores con una intervención artística, pero a pesar de que pudiese serlo, estas tuberías rosas que recorren más de cincuenta kilómetros sirven para bombear el agua del suelo y transportarla a los canales, permitiendo que ambas aguas juntas drenen los sótanos de la ciudad y faciliten las obras urbanas. La compañía llamada Pollems ha sido la responsable de implementar este sistema por más de un siglo.
Pero, además de ser una obra de infraestructura y considerarse parte de una intervención artística, es posible hacer una lectura alternativa ya que esta obra de ingeniería urbana no solo responde a las necesidades precisas del territorio, sino que cruza y une realidades que aún están ligeramente fragmentadas entre el Berlín del Este y del Oeste.
Tal y como aseguró el gerente de Pollems, Bernd Kempf, en una entrevista para la BBC, se decidió pintar estas tuberías que recorren el espacio público de color rosa ya que un psicólogo les sugirió que tanto el color rosado como el morado eran los colores preferidos de los más jóvenes. De este modo, se contribuyó a la construcción de una ciudad más amable, donde la infraestructura formase parte esencial del paisaje urbano.
Las tuberías fueron concebidas como una infraestructura pública elevada, un elemento más de la ciudad formando una red que incita nuevos recorridos (tanto al residente como al turista) y convierte la ciudad en un laboratorio "explorativo", en constante transformación. Hoy en día, es muy probable ver tuberías de otros colores, como el azul.
Los giros y vueltas que hacen estos tubos están asociados al descenso drástico de las temperaturas; es decir, cuando la temperatura supera los quince grados bajo cero, el material puede encogerse o romperse por lo que es necesario evitar largas piezas lineales y construir tramos cortos en distintos planos.
Podríamos decir que esta intervención urbana está direccionada a establecer un nuevo campo de juego y experimentación; una obra de infraestructura capaz de crear condiciones de lugar que, como el urbanismo infraestructural, no pone edificios concretos en lugares específicos, sino que es la misma condición del lugar la que posibilita la construcción de nuevos desarrollos urbanos.